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La invalidación de las emociones

“No pasa nada” es una frase comúnmente utilizada y muy arraigada en nuestra sociedad. Se usa para restarle importancia a un problema, a una caída, a algo que causa dolor, frustración o malestar en el niño.

Sin embargo, su utilización puede ir en la disminución de la validación de las emociones, teniendo un impacto especialmente negativo si se dirigen hacia los más pequeños de la casa. Con frases como estas, se hace presente la incapacidad de la sociedad para acompañar el dolor o soportar el sufrimiento y promueve esconder las propias emociones.

Si un niño escucha de manera recurrente que “no pasa nada” cuando se lastima, cuando le preocupa algo, sus emociones son negadas e, incluso, menospreciadas. Esto puede provocar que no las exteriorice al pensar que sus sentimientos “no importan” o "no son importantes". La continua negación de estas emociones puede afectar a la comunicación padres-hijos. De hecho, para crear una relación de confianza es necesario que las emociones sean respetadas y ambos sientan que éstas son importantes para la otra persona.

En lugar de negar o minimizar las emociones, los expertos recomiendan aceptarlas y verbalizarlas. Preguntando a los hijos cómo se sienten y explicándoles cómo se sienten sus progenitores contribuyen a una mejor y más sana relación padre-hijo. Esto tendrá un impacto importante en su papel en la sociedad y la manera de relacionarse con su entorno.


Entonces... ¿Por qué es importante validar las emociones?


La validación de las emociones es uno los principales fundamentos de la disciplina positiva; esta consiste en educar desde el afecto, el respeto, la firmeza y el amor, buscando la conexión. Esta filosofía de vida, en la que no hay ni castigos ni premios, busca ayudar a los niños a sentirse importantes y a desarrollar capacidades y habilidades. Conectar con el pequeño, escucharle y ponerle un nombre a la emoción le dará más herramientas para afrontar los futuros problemas. Además, es muy importante empatizar con él y demostrarle que tiene todo el derecho a sentirse triste, frustrado, enfadado o contento. Y es que todas las emociones son igual de válidas y de importantes. Y si "deben" reír, también "deben" llorar.


Fuente: Método Canguro

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